miércoles, 23 de febrero de 2011

Yo hubiera muerto por tu risa, capitulo I

Cuando la vio, aquella noche, Martin deseo con todo su corazón que el momento sea eterno. Deseo que el sol no amaneciera tan pronto. Y por sobre todo, deseo que lo amara como lo hacia él. Fue como si por un instante, el tiempo se hubiese detenido, y los dos estuviesen solos en el mundo. Ni miradas ajenas, ni ruidos, ni palabras se cruzaban en su camino. Fue un momento único. Luego de tantos meses sin verse, era bueno saber que aun no paso el tiempo entre ambos. Por que las distancias siempre matan. Pero aun así, la diferencia del ayer no se notaba. Al abrazarla sintió como sus manos atravesaban el alma. Como su beso acariciaba el corazón. Como su boca dibujaba una sonrisa en su cara... Y así y todo, no fue suficiente. Pasado el rato ya nada importaba. Ni el destino ni el tiempo. Fundieron la pasión y el dolor en un solo acto. La transpiración y el aliento de ambos se volvió una sola cosa y ni los truenos que estallaban arriba de ellos podrían haberlos separado. Pasaron las horas y el silencio reino por un tiempo que parecía eterno. Cada uno tomo su camino y con un frio “Hasta pronto” se despedían en esa esquina de Cerrito. Llegado el amanecer, Martin recorría las calles sin más. Buscando una cara conocida, una risa que aliviane su pena. Pero solo encontró frio y soledad, por las calles vacías de Buenos Aires. El aroma del perfume de Marlett rondaba aun por su piel, eso le gustaba, pero bien sabía que no la vería por largos meses… Por la ventana de la pensión donde vivía Martin, se podían ver débiles rayos de sol. Estaba claro que iba a llover y eso solo empeoraba su estado de ánimo. Entre pesadillas y sueños alguien golpeo la puerta. Al cabo de unos minutos, el sonido se volvió a repetir. Pero así y todo, Martin no movió un musculo. Entonces, por debajo de la puerta, alguien deslizo una carta… Cuando pudo levantarse, alrededor de las 20.50 de la noche, noto con sorpresa la carta de sobre amarillo que había frente a su cama. La tomo y vio que su nombre estaba escrito en ella, ni remitente ni nada. Solo su nombre. La abrió sin más y comenzó a leer.

(13 de marzo – 1955)

Martin: necesito verte lo más pronto posible. Búscame en el bar de la estación Retiro a las 21:30. Es urgente”

Marlett

Martin, miro desesperado su reloj. Si quería llegar a tiempo, debería de salir en un instante. Se arreglo lo mas que pudo y salió a paso veloz. Llegando a Retiro, pudo leer claramente el reloj del monumento a los ingleses que marcaban las 21:30. “Justo” se dijo así mismo.

Casi corriendo entro al Bar “Korova”. Y allí estaba Marlet, sentada en una mesa, casi al final de la barra. Estaba mirando por la ventana y a juzgar por lo que me conto Martin, estaba más hermosa que nunca.

_¡Marlett ¡ -dijo apresurado, sin dejar de avanzar hacia la mesa- Leí tu carta justo a tiempo. ¿A qué se debe esta sorpresa?
_Al fin viniste -dijo ella con vos cortante- hace rato te estaba esperando porque…

_¡Pero si son y media justo! –Replico como un niño-
_No tengo tiempo para discutir. Mi tren sale en 5 minutos.
_¿Tu tren? ¿A dónde te vas? ¿Por qué? –Las preguntas salían de su boca como un relámpago cuando corta el cielo-

_Si me dejaras hablar, te lo diría... Me voy de viaje Martín, al sur. Muy lejos de acá. El por qué es algo confuso hasta para mí. No pretendo que entiendas ni podría explicarte tampoco. Me voy y punto. –Las palabras de Marlet apuñalaban poco a poco el corazón de Martin y este, conteniéndose las lagrimas y con ese nudo en la garganta que es inaguantable, dijo:

_¿Por qué me haces esto Marlett? Yo… Yo –Cada vez se le hacía más difícil el hablar- Yo te amo.
Marlett, quien no lo estaba mirando a los ojos, respondió más fría que nunca:
_Pero yo no… -Y con esa frase, termino la conversación. Agarro sus cosas y se fue rumbo hacia la puerta. Martin quedo atónito. Miles de pensamientos fugaces se abalanzaron sobre su mente. Y aun así, no pudo reaccionar. Decidió correrla, y al llegar al andén 7, se detuvo. Marlett estaba subiendo al tren. Ahogado en nervios, siguió con su carrera, que parecía eterna. Para cuando estuvo cerca del tren, la chicharra del mismo lo aturdió. Era tarde. Marlett partía hacia el sur…



Autor: Guillermo Abal.

http://fusionenfrio.blogspot.com/

3 comentarios:

Eli Baliunis dijo...

Es un poco triste lo que le dijo la forra de la mina. Sé que me va a sorprender el final de la historia. Muy bueno igual Guille y vos sos hermoso Leandro! (¿Qué tenia que ver? no sé)

Guillermo dijo...

La verdad, es una mierda. No me gusta para nada. Inconciente te odio.

Guillermo dijo...

PD: Si Eli, la mina es una forra. Pero el chabon es un pelotudo.