jueves, 3 de marzo de 2011

Yo hubiera muerto por tu risa, capitulo III

El mes de agosto empezó lloviendo, como ya era costumbre en Buenos Aires. Y Martin, otra vez estaba en el Parque Lezama, en el mismo banco en el que alguna vez se sentó junto a Marlet. Pero esta vez, dejo que la lluvia mojara su vieja y desprolija campera…

Casi ni recordaba la voz de Marlet. Como le hubiese gustado que estuviese allí junto a él. La lluvia lo ponía bastante triste, pero cuando estaba en compañía de ella, nada mas importaba. Por mas silencio que reinara entre ambos, Martin era feliz contemplando sus verdes ojos.

Se quedo largo rato allí, mientras que las lagrimas se mezclaban con las gotas que caían del cielo. Observaba como la gente corría de aquí para allá, con sus enormes paraguas, buscando un taxi o simplemente buscando un lugar para resguardarse de esa dichosa tormenta. Decidió que ya era muy tarde, y camino hacia la pensión . A paso veloz, pisando charcos con sus viejos borceguíes, Martin llego a destino. Doña Coca lo esperaba para comer.
_Ay nene nene, si seguís así, te va a agarrar una pulmonía que ni montoto te va a poder curar y sabes a dónde vas a terminar, no?.
_Da igual Doña Coca, no tengo quien me llore muerto. Y quizás usted, tenga hasta un mejor huésped.
_No hables pavadas queras. Y come rápido que la sopa se te va a enfriar. –Terminada la sopa, Martin levanto su plato, lo acerco hasta la bacha de losa y se puso a lavar.
_Dígame Doña Coca, ¿no ha recibido ninguna carta que sea para mí?

_Si, ayer. La misma chica del mes pasado. Acá tenes. –Dejo la carta en la mesa y dijo- Seré curiosa, pero me vas a tener que disculpar, ¿Quién es esa muchacha tan linda que te trae cartas? No le encuentro parecido, así que deduzco que no es familiar tuyo. ¿Algún amor, quizás? _No es nadie –Respondió abruptamente, y terminado el labor de lavaplatos, se dirigió hacia su cuarto y desde allí grito -¡Buenas noches!- Pero bien sabemos, que Martin no iba a dormir, sin leer la carta primero.

(07 de agosto - 1955)

“Feliz cumpleaños Martin. Todavía no te puedo decir donde estoy. Pero pronto nos vamos a ver. “

Marlett

Las cartas, mejor dicho, los telegramas de Marlet, parecían cada vez más amables y eso lo alegraba mucho…

Ya cansado del ocio, a la mañana siguiente del miércoles, fue hasta “Bertotti transportes”. Hablo con Rubén, saludo al Bocha y estuvo largo rato allí. Hablaban del negocio. Del lio de la Patagonia. Y de que harían ellos si fuesen presidentes. Llegado el mediodía, salieron los tres a comer.

En el Korova, los esperaba el Ruso con el menú del día. Seguido al plato principal, vino el café de siempre.
_El viernes te quiero fresco pibe –Decía Rubén- que van a salir pa’ Córdoba. A las siete te pasa a buscar el Bocha. Y encaran pa’ haya. Así que, ya estas avisado.

Salieron los tres con rumbos diferentes. Martin se disponía a pasear por el puerto y ver las maquinarias del mañana. Camino largo rato, viendo como los obreros se partían el lomo arriba de esas bestias gigantes de acero. El siempre quiso recorrer el mundo en esas cosas, pero el físico no le daba más que para lavar los pisos y todo el mundo sabía que le pasaba a los borregos que hacían esa tarea en Mar abierto… Pero, bien sabia Martin, que soñar no costaba nada. Me contaba que quería ir a Europa. A Conocer la tierra del Ruso. Ver cuán fuerte el vodka. Y zambullirse en la nieve. Yo lo escuchaba con atención y siempre le decía que la perseverancia lo era todo para conseguir un sueño. El optimismo de Martin ciertas veces me asombraba. Era de ese optimismo que se contagia. Así como su alegría y su tristeza.

El jueves por la tarde estuvo dando vueltas por Plaza de Mayo, que era un revoltijo de policías. “Mejor mantenerse alejado del lio este, antes de terminar con el bocho roto” me decía. Se sentó en las escalinatas de la iglesia y se quedo allí un buen tiempo. El no era el tipo de persona que iba a la iglesia los domingos por la mañana. Más bien era un tipo de lógica. Pero cuando algo no se le podía atribuir totalmente a la lógica, eso se lo dejaba “al de arriba”. Aprendí mucho de él, aunque yo lo doblaba en edad. A fin de cuentas, de mi solo aprendió lo que era la buena lectura.

Para el viernes, Martin descartaba cualquier posibilidad de recibir noticias de Marlet. Le pidió a Doña Coca que, si ella venia, le preguntara donde era posible encontrarla. Y así se fue rumbo a Córdoba. Los viajes cada vez eran más largos y el Bocha cada vez era más tosco para manejar. Siempre que tenían ratos libres, Martin le pedía casi por favor, que le enseñara a manejar. Si bien, el tenia una base teórica, le faltaba practica. Y a veces, cuando el Bocha estaba de buen humor y sobrio, le enseñaba como se hacía y más de una vez lo dejaba manejar el camión. Siempre le dijo que el camión era como una chica, había que tratarlo suave o si no, quedarte a pata…


By Guille Abal.

http://fusionenfrio.blogspot.com/


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