domingo, 2 de febrero de 2014

Alter, tomo IV

Admito que fui un terco. Lo hago consciente de mis facultades psíquicas. No quería querer. Tenia miedo. Y es feo tener miedo a querer. Yo mismo sabia/se que querer a alguien era/es algo hermoso. Pero también sabia/se como me pongo. Por no querer ser eso, ser eso que tanto odie en su momento, justamente por eso me rehusé y oculte todo tipo de sentimiento. Pero mis barreras nunca fueron muy fuertes. Siempre, tanto mi mente como mi corazón, fueron de un simple cartón corrugado, ese que parece ser resistente, pero que si aplicas la fuerza debida lo podes romper en mil pedazos.
Y poco a poco fueron golpeando y golpeando la muralla. Algunos ladrillos se cayeron. Por alla se cayo una columna. La fortaleza quedo endeble. Hasta que de mi boca salieron las palabras.
Hoy tengo que admitir que a su sonrisa la secuestro mi mente. Y ahora la beso en cada verso que inmortalizo en un papel.
Pero tambien sigo sin querer ilusionarme. Y es por toda la mierda que a uno le toca vivir, y aprende a eso, a no ilusionarse. Me gustaría no estar tan convencido de que los miedos que tenia antes de que caiga la ultima pared de mi muralla siguen estando.

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